TEMAS DE REFLEXIÓN
Nos hemos convertido en un bien de consumo, y
percibimos nuestra vida como un
capital en el que debe
invertirse provechosamente. En la sociedad actual el éxito y el fracaso se basan
en saber invertir en la vida, ya que el valor humano se ha limitado a lo
material. De esta manera, la persona es un objeto más intercambiable en el
mercado de las relaciones humanas. Por ejemplo, eso que llamamos “amor” puede
analizarse desde sus implicaciones económicas y mercantilistas, dando lugar a
arreglos y conveniencias alejados de la persona. Desde esta perspectiva, “amar”
puede ser un intercambio de necesidades e inversiones que busca satisfacciones
psicológicas inconscientes y económicas.
La “Gran Oferta” de
progreso ilimitado en el campo material que produzca la felicidad, ha
fracasado. Urge un cambio en la actitud del ser humano para evitar la
catástrofe: insatisfacción general, caos social, odio hacia los demás y hacia
uno mismo. Frustraciones, ansiedades, depresiones y suicidios.
El Tener, representado en
coleccionar personas, cosas, posiciones sociales o bienes materiales, se ha
convertido en un modo de vivir. En este modo lo único importante es adquirir, y
el derecho ilimitado de conservar lo adquirido, sean cosas o personas. El modo
de tener excluye a los otros, esto transforma a todo el mundo y las cosas en
algo adquirible, y por lo mismo, sometido al poder de otro.
Nos hemos “cosificado” y
por ello, en este mercado otorgamos e intercambiamos valores con los demás. Por
ejemplo, decimos que es necesario ser una persona con “valores”, refiriéndonos
a una moralidad que resulta inmoral. A una decencia que es más bien indecente,
porque buscan convertir a la persona en un objeto que puede ser catalogado,
comprable e intercambiable. Una persona con atractivos bonos, ideal para
invertir en ella. Y cuando todo esto no resulta experimentamos enojo.
Al sentirnos objeto de un
fraude nos frustramos, angustiamos y experimentamos enojo hacia nosotros mismos
por confiar. Las grandes instituciones que nos controlan (gobierno y religiones
autoritarias) nos han hecho dóciles, obedientes en donde el cuestionar no tiene
cabida. Por eso confiamos y apostamos la vida misma, por ideas y proyectos que
no son nuestros. Y una vez más, el enojo es grande.
El deseo de tener no se
circunscribe a lo material ya que también se pueden tener y desear personas,
creencias y poder, que de esta manera puedan convertirse en propiedades que
acumulamos afanosamente. Es decir, la cultura que a diario creamos está
orientada al deseo y poder de adquirir, de Tener. Así, las necesidades humanas
se encuentran en un segundo plano frente a las necesidades materiales del
progreso industrialista.
Al subordinar la felicidad
humana al mecanismo de la economía explotadora, el carácter social de las
personas se enfrenta ante numerosas contradicciones imposibles de conciliar ya
que, por una parte, es consciente de sus necesidades, pero por la otra, el
sistema le marca una conducta que no es verdaderamente la suya.
Es objeto de dominación e
imposición. Hemos sido engañados, se insiste, con una “Gran Oferta”: éxito,
felicidad, importancia, ser “alguien”. Todo eso ha fallado y genera
frustración, odio hacia los demás y a sí mismo. La comprensión de este proceso
es la vía de entrada para comprender problemas psico sociales como la violencia
y el suicidio que es el enojo máximo hacia uno mismo.
La persona, y la sociedad
que crea, puede orientarse a la destrucción y muerte (necrofilia) o bien, hacia
la creación y vida (biofilia). La propuesta está en tomar conciencia de la
situación, darse cuenta de esta destrucción y transformar la orientación
necrófila de tener, por la orientación al Ser y a la vida. Es una propuesta de
transformación. El desafío actual no es tanto el dominio sobre la naturaleza,
sino desembarazarnos del poder que la tecnología tiene sobre nosotros.
Esta tecnología, (por
ejemplo la informática) puede ser utilizada como parte del Tener necrofílico
(tendencias a la destrucción y muerte) sobre el Ser, cancelando de esta manera
la orientación productiva individual y social, que va más allá de lo material,
de lo meramente tecnológico. Nos sentimos desesperanzados, todo lo prometido se
aleja más y más de nosotros, de ahí el enojo, la ira revertida hacia nosotros
mismos que lleva a la cancelación de nuestra vitalidad.
Eso es la depresión, en
cuyo fondo hay insatisfacción, frustración y abandono. De ahí nuestra necesidad
de distracciones diversas, porque de lo que se trata es de no pensar, de
refugiarse, de dormir. Es así como fingimos alegría, simulamos éxitos aunque
por dentro hay dolor, pero en las largas noches de insomnio somos aguijoneados
por el enojo.
Pero esto no conduce
necesariamente hacia estados emocionales fatalistas o apocalípticos.
Puede ser el comienzo de
una drástica inconformidad, de
Esta Revolución, es un reencuentro con nuestras
zonas adormiladas y agobiadas por la insatisfacción. La chispa de esta
Revolución es el Despertar de
Es precisamente ese
despertar el que permite percatarnos de ese enojo, y en lugar de
internalizarlo, de “comerlo”, puede ser expresado con nuevas actitudes y
acciones revolucionarias, que comienzan con la aniquilación del conformismo.
Pero si el enojo no se descubre en nuestro interior, si no lo comprendemos y
transformamos en acciones constructivas, puede destruirnos bajo la forma de
ansiedad, depresión e ideación suicida.
El Despertar de
Autor: Dr. Gaspar Baquedano López. Mérida, Yucatán.
México.