Escrito de reclamación y despedida al Azar.

 

 

Qué cosas se te ocurren.

Mira que destrozar las inocentes

Vidas, que así discurren

Remotas de tu ardiente

Inquietud por quebrantar sus mentes.

 

Sé que ha pasado mucho

Tiempo desde tu horrible fechoría.

Y sé que no soy ducho

En prevenir tu orgía,

Ni me es posible hurtar tu cercanía.

 

Tampoco me emociona

Ser experto y doctísimo letrado;

Mas piensa mi persona

Que, pese a los dictados,

No puede prescribir este atentado.

 

Cuánto ocurre y sucede

En un espacio de amplitud brutal.

Pero el cerebro accede

Volcando el memorial

Hasta cuanto estimó trascendental.

 

Enormes son tus deudas

Según mi corazón te las reclama.

Porque si das prebendas

Para una hermosa trama,

Se olvidan. No así tu perversa fama.

 

Porque eres ruin e injusto

En todo lo que Hurdes,  planificas.

Porque obvias los disgustos,

Las quejas que replicas,

Insensible al dolor y a toda crítica.

 

¿A quién le consultaste?

¿Con quién pactaste tal calamidad?

¿Quién pudo dar al traste

Con tu programa audaz?

¿Hubo algún oponente en realidad?

 

¿Llamaste a las estrellas

Y así echarles la culpa sin recelos?

¿Por qué tan viva huella?

En este duro suelo

La confabulación roba el consuelo.

 

Queriendo desligarte,

Invocaste a la cara de madera.

Signo scorpio reinante,

La decimotercera

Fecha supersticiosa y agorera….

 

La nube fantasiosa

Que tú fabricas para el pueblo llano

Y la diáfana prosa,

Hoy me afligen en vano.

A ti disparo mi armamento humano.

 

Ni en ti ni en eso creo,

Y se me escapa quién forjó el abismo.

Pero por más que ideo

Alguno de esos ismos,

No hallo respuestas claras por mí mismo.

 

¡Qué fastidio, qué agobio,

Sujetos caminar a tu atadura!

Califico de incordio

Tu mágica prefectura.

No me resigno a estar preso en tu hondura.

 

Dirás que hay buenas lides

Que hemos de agradecerte sin medida.

Mas esto que me pides

No es ya de tu partida,

Ni voy a hipotecar en ti mi vida.

 

Hoy, oh Azar, te interpelo,

Visto que mi peregrinar se acaba.

Contra ti me rebelo,

Pues ni gallarda o brava,

La humanidad a tu rigor esclava.

 

¡Qué ogro tan terrible,

Ajeno al llanto y a sus conmociones!

Funesto, inasequible

En tus indicaciones,

Ignoro en firme tus provocaciones.

 

Descansado, mecido

En la armonía de la Providencia,

Escucho los latidos

De la inmortal Presencia.

Hoy me despido de tu inconsistencia.

 

Autor: Antonio Martín Figueroa. Zaragoza, España.

samarobriva52@gmail.com

 

 

Regresar.