Máquina del tiempo.

 

-          ¿Qué querés? 20 años sin ir al centro y un día me llevó mi hijo. No sabés las cosas que hay… ¡es de locos! Los carteles parecen televisores. Los pibes ven eso todos los días, yo no. Para mí es cosa de mandinga. Autos por todos lados, ascensores que hablan, edificios altísimos y la calle Corrientes ya no es como antes. Casi no tiene librerías y en parte es peatonal. Te juro -hace la Cruz con las manos-, es de locos. Si no fuera por el obelisco, hubiera creído que era una broma. El Café de la Paz, tiene un kiosco, con eso te digo todo -el amigo ríe-.

 ¡Son los gringos que nos invadieron!

Yo me quedo acá, tranquilo, con mis vaquitas y listo. No, yo no sirvo para esas jodas. Las pibitas por poco te violan y yo ya soy grande. Siempre con mi mujer, alguna canita al aire, pero familia era sagrada. De pendejo cada dos por tres iba a Buenos Aires y volvía aliviado. Jejeje, vos sos macho y me entendés, después los milicos me sacaron las ganas de joder con los bohemios. Zurdos nos decían y yo que con los peones no tomo mate siquiera. Pelito corto, afeitadito y nada de reunirse… Zurdos… Te metían en cana si no. No volví más a la ciudad, vine para acá, al menos conocía al que te daba para que tengas.

Bueno, te contaba de ahora, a los tipos de nuestra edad no nos dan trabajo -su compañero ríe-.

En serio, Don, y todos parecen tener un teléfono pegado. Vos te ponés a hablar con alguien y creés que te contestan a vos, ¡qué va!... Están hablando con quién sabe quién.

Yo no vuelvo ni loco, todo fue fruto de los gringos. Al menos mi vaca no me va a echar. -Se para y pone su boina-. Disculpe Don, pero tengo que trabajar.

Sale del bar convencido de haber viajado por el tiempo.

 

Autora: Laura Trejo. Buenos Aires, Argentina.

agostinapaz2016@gmail.com

 

 

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