¿Recordar es estar siendo?

 

 Mi pasado es mi pasado como ahora lo veo y tal vez lo haya alterado. Acaso en el futuro desconozca este presente en el que vivo.”

Merlau Ponti en “Fenomenología de la percepción”.

 

Para el sentido común traer al hoy, recordar es simplemente nuestro haber sido.

Esta manera de concebir no solo mi historia personal, sino también toda historia humana, me perturbó durante años.

¿Qué valor podrían tener para otros los avatares de mi singularidad vivida? Y, para colmo de males, lo que desde singularidad se narra ni siquiera sería fiel a los hechos sucedidos, acaso, ni siquiera a las emociones que esos hechos suscitaron.

Gabriel García Márquez, en su “Vivir para contarlo”, me liberó de este temor al aseverar que “no importa cómo fueron las cosas, lo que importa es cómo las recuerdo hoy para contarlas.”

Es Merlau Ponti en el epígrafe que acabo de transcribir quien justificó mi empresa, una empresa pequeña y modesta, pero mía.

En este punto emergió un nuevo problema. Si la empresa era mía, ¿qué interés tendría para un lector distante, ignoto, diferente en su existir de cuanto yo podría decirle desde mi existencia personal, diversa e íntima? La solución vino en esta oportunidad de la mano de Gastón Bachelard, que en “La poética del espacio”, nos dice que “el poeta no me confiere el pasado de su imagen y sin embargo su imagen arraiga enseguida en mí.” Esto acaece porque la imagen del pasado de cada humano toca las profundidades del ser antes de conmover la superficie. Este toque profundo, este dedo que descubre con su roce la hondonada del ser no es ya el solipsismo de la imagen expuesta, sino la certeza de una humana existencia compartida. Podrán diferir entre sí las infancias, pero cada uno de nosotros las transitó y supo de las antinomias amparo-desamparo, arraigo-exilio, temor por la vida y miedo por la muerte.

¿Es que acaso mi infancia no llevaba el sello de todas las infancias porque había sido yo, soy yo, una niña ciega? Me reafirmo en el soy porque la mujer que contempla los días que pasaron lleva de la mano la niña que quiere mostrar. Fui maestra, ¿no lo soy? Cómo no serlo si me pesa en las rodillas aquel niño al que le sobaba la pancita para que expeliera sus gases y se animara a pedir el baño ¿Si aquel niño que venía del sur, lejano y rudo había sido considerado en los primeros días como irrecuperable porque se hacía pis encima y en cuatro días no había pedido hacer caca? No, no era irrecuperable. La pelela en la noche y una casuchita de bolsas con una letrina habían sido su cuarto de baño. Nadie le explicó que había un lugar con un artefacto específico para satisfacer las necesidades fisiológicas. Aquel episodio lejano ya, haría pensar que fui maestra, creer que lo soy aún ¿es un anacronismo? No estoy en el aula, es verdad, no volveré a estarlo, pero me pregunto con la misma dolorosa pertinacia: ¿se ocupan quiénes deben hacerlo de que los niños ciegos conozcan el entorno en el que tienen que moverse antes de que realicen los desplazamientos y cumplan las funciones que de ellos se esperan?

Entonces las preocupaciones que ayer me desvelaron siguen vigentes en mi corazón despierto y vivo, ¿por qué no desandar caminos guiada por el inquebrantable amor de la memoria y, al presentificar mi pasado, permitir que otros corazones resuenen con amorosa vigilia?

Este excursus salpicado de tanteos intuitivos y de tal vez innecesarias apelaciones literarias, no tiene más sentido que el de confirmar ante mí misma que quiero reescribirme en un libro, en cuyo primer capítulo se esbozarán los temas que acabo de anticipar para los lectores de la revista Esperanza.

No quiero ni puedo negarlo, estoy intentando comprometerme ante mis compañeros de camino para, así, comprometerme a mí misma y no claudicar, como lo he hecho tantas veces.

Mucho es ya el tiempo que se recuerda para ser vivido, pero poco es el tiempo que resta ya para atesorar vida, que pueda y merezca ser recordada.

Vayan con esta nota mis augurios de un venturoso 2.024 a mi entrañable Laura, al incansable Bulmaro, a todos y cada uno de los que participan con su aporte en la Revista y a todos y cada uno de los que la leen.

Autora: Lic. Margarita Vadell. Mendoza, Argentina.

margaritavadell@gmail.com

 

 

 

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